La cadena de soja multiplicó por cuatro su nivel de facturación
En diez años, la facturación de la cadena de la oleaginosa se incrementó un 380 por ciento y su importancia en la recaudación fiscal creció desde 1,6 hasta 8,4 por ciento.
Los datos están contenidos en un libro escrito por el economista Luciano Cohan, de la consultora Elypsis, que será presentado mañana en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
El trabajo, que analiza el aporte de la cadena de la soja a la economía argentina, afirma que el valor agregado del cultivo equivale al 4,7% del PBI, tomando un promedio de diez campañas. En el último ciclo analizado (2009/10), el valor ascendió a US$ 19.300 millones, lo que representó el 5,8% del PBI. Lejos de considerar que ese crecimiento se trató de un mero "boom" surgido por la magia del "yuyo", tal como lo definió la presidenta Cristina Kirchner en pleno conflicto por el campo, la soja es una cadena de valor integrada por una red de productores, contratistas rurales, empresas de insumos (semillas, fitosanitarios y fertilizantes), industrias procesadoras (harina, aceites y biodiésel) y logística portuaria. "La historia de las últimas cuatro décadas en la actividad agroindustrial argentina fue de crecimiento exponencial", afirma Cohan. "Y en el corazón de esta transformación cuantitativa y cualitativa se encuentra la cadena de valor de la soja", añade. Según el libro, la cadena pasó de facturar US$ 4700 millones en la campaña 2000/2001 a 22.400 millones en la campaña 2009/10, lo que representó un crecimiento de 380%. Según Cohan, "el principal motor de la cadena fue elefecto cantidades, que explica en su conjunto hasta el 70% de la variación total en la facturación". El resto se debe a la variación de los precios". El aumento del volumen y de la facturación tuvo también un correlato impositivo. El aporte al fisco, tomando la recaudación del sector público no financiero, pasó de US$ 890 millones tributados en el ciclo 2000/2001 a 9200 millones en la campaña 2009/2010. Pero lo que es una buena noticia para el Estado no parece serlo para los productores. Mientras la carga tributaria sobre la cadena era de 25% del valor agregado en la campaña 2000/2001, apenas un 3% por encima del promedio nacional, diez años después llegaría a 48% y 15 puntos porcentuales más altos que la media. "En su punto máximo, en la campaña 2008/09, la presión tributaria alcanzó un 56% del valor agregado, 22 puntos por arriba del promedio nacional", sostiene el trabajo de Cohan. Dentro de la carga tributaria se destacan las retenciones. A principios de la década pasada, los derechos de exportación representaban el 5% de todos los impuestos pagados por la cadena, mientras que diez años más tarde alcanzaban al 74%, con un promedio de 61% en toda la década. En el año 2000 sólo el poroto de soja tributaba derechos de exportación por un 3 por ciento, mientras que en la actualidad la harina y el aceite tienen una carga de 32% y el poroto llega a 35 por ciento. Según publicó La Nación, un dato llamativo que presenta el trabajo es sobre la preeminencia de la soja sobre el resto de los cultivos a la que los críticos denominan "sojización". Según Cohan, la sustitución de otros cultivos por la soja recién ocurre a partir de 2008. "Desde 2008/2009 se observa una pronunciada caída de 3 millones de hectáreas de soja de segunda [a que se siembra después de la cosecha del trigo] y un salto de la soja de primera de 4,7 millones de hectáreas", afirma el estudio. "Entre las campañas 2003/04 y 2007/08 todo el crecimiento de la siembra de soja se realiza en la producción de segunda", afirma. Aunque Cohan no lo destaca, es a partir de 2008 cuando el Gobierno profundiza la intervención en los mercados del trigo y del maíz, mediante la fijación de cupos.